LA GRAN
“EUROFAMILIA”
Cuento corto de
realidad visual, que no virtual (y digo visual porque es una realidad que se
ve)
Había una vez un pueblo
poblado por grandes familias, cada familia vivía en su casa y se suministraba
los mejor que podía de sus avituallamientos para cubrir las necesidades de sus
miembros, que como digo, eran muchos en cada familia
Luego tenían una especie de
“ordenamiento común”, es decir unas normas que afectaban a todas la familias y
estaban acordadas para el mejor funcionamiento del pueblo en su conjunto, y
para las relaciones con otros pueblos vecinos.
El pueblo llevaba más de dos
mil años funcionando, y aunque habían pasado por las más diversas
circunstancias (peleas entre familias una veces, trabajos en común para cosas
que afectaban a todos en otras, fases de prosperidad y decaimiento en casi
todas las familias integrantes, etc.) ahora estaban viviendo un periodo de
tranquilidad y de desarrollo, al que llamaban periodo “democrático y economía
del bienestar”, aunque en realidad este eufemismo correspondía más a unas familias que a otras.
La familia más significativa
en este pueblo (en la época del relato) eran los “Germanos”, la familia más
grande y más trabajadora, que habían conseguido levantar un auténtico imperio
por su capacidad de producción y venta de artilugios mecánicos al resto de las
familias, y también a otros pueblos del
entorno.
Luego estaban los “Francos”, a
mitad camino entre productores y buenos vividores, y los “Británicos” y los
“Irlandos”, un poco separados del resto de familias porque había que cruzar un
canal para llegara a su casa, y varias pequeñas casas como los “Nederlandeses”,
los “Belgas”, los “Austrios”, e incluso algunas familias nuevas que habían
llegado hace poco como los “Polonios”, los “Eslovaquios”, y algunos otros
Y mención especial merecen las
familias que vivían al sur, cerca de la playa (se me olvidó indicar que se
trata de un pueblo situado junto al mar), donde tenemos a los “Ítalos” , con la
casa más antigua, más bonita y mejor cuidad de todo el pueblo, herencia de su
pasado glorioso, los “Hispanos”, famosos por su buen acogimiento a todo
forastero que llegaba y por sus sonadas fiestas nocturnas, los “lusos” que era
una pequeña familia que nunca había sobresalido en nada, y la familia más
antigua que se considera el origen del pueblo, los “Helenos”, que se convierten en protagonistas del cuento.
Esta familia de los Helenos
tenían una historia impresionante, habían puesto en práctica sistemas de
gobierno y de organización social auténticamente democráticos, incluso antes de
que se inventara la palabra, y habían ido desarrollando todo un cuerpo
normativo y legislativo que fue la base para el ordenamiento jurídico de todo
el pueblo. Con el tiempo habían ido forjando un tipo de vida tranquila, les
gustaba andar por las calles, discutir de filosofía en las plazas, pasear por
la playa, ir al teatro y observar obras de arte
Pero en la parte crematística
(es decir, en lo que se refiere al negocio, al comercio y al pecunio) nunca
habían sobresalido demasiado, y particularmente en esta época estaban
atravesando una profunda crisis, porque no disponían de un sistema productivo
capaza de hacer frente a las enormes deudas que habían contraído con el resto
de familias, sobre todo con los Germanos.
Poco a poco y a lo largo de
muchos años, varias familias del pueblo (y sobre todo los Germanos) habían ido
planteando a los patriarcas de la familia de los Helenos cosas como estas: ¿por
qué no construís aquí un puente, allí una carretera y más pallá un hotel?, ¿por
qué no compráis estos cacharros mecánicos que nosotros fabricamos y os permiten
moveros a mucha velocidad?, ¿por qué no tenéis
esas cajas de cristal que ponen películas a todas horas y os sirven para tener
entretenido y despistado al personal?...... Nosotros os ayudaríamos en esta
magna obra y traeremos nuestras oficinas dinerarias (les decían bancos, para
abreviar) a fin de que podáis ejecutar todas las operaciones financieras
necesarias para conseguir los objetivos de
progreso y desarrollo en los que debéis imbuiros.
Ante semejante cantos de
sirena los Helenos no pudieron (o no supieron) resistirse, y empezaron a
construir obras y a comprar cosas que fabricaban las otras familias (sobre todo
los Germanos), pero ellos vendían poco de lo que hacían, porque la verdad es
que eran poco “competitivos” que era la palabra más importante para sobrevivir
en este pueblo, lo que con el tiempo provocó un nivel de deuda tal que para
poder afrontarla tuvieron que dejar de mandar a sus niños al colegio, y racionar
la comida de los ancianos, y dejar que el que se pusiera enfermo se apañara
como pudiera, porque no había dinero para satisfacer estas “tontas” necesidades
de educación y sanidad, puesto que todo el poco dinero que entraba en la
familia tenían que dedicarlo a devolver la deuda y sus intereses, que según el
último cambio en la normativa común que había acordado entre todas las familias
(sobre todo la de los Germanos) era lo único importante que había que cumplir.
La situación había llegado a
tal extremo de gravedad que los más jóvenes de la familia estaban muy mosqueados,
porque veían que no tenían futuro y que el esfuerzo de su trabajo se iba inmediatamente
para las otras familias del pueblo (sobre todo para la de los Germanos), y
entonces hablaron entre ellos y les propusieron a los viejos patriarcas de la
familia (en realidad era solo dos, uno que iba siempre vestido de rojo y otro
que iba siempre vestido de azul, y que se iban turnando alternativamente en el
gobierno familiar) que había que cambiar las cosas, que no podían permitir que
los niños no fueran al colegio y que los ancianos no pudieran casi comer y los
enfermos sin atender.
Ambos dos patriarcas los
escucharon con atención, veían que llevaban algo de razón y comentaron con las
familias acreedoras (sobre todo con los Germanos): ¿no podéis aflojar un poco con la deuda, que estamos que no aguantamos?,
a lo que las susodichas familias (sobre todo los germanos) le contestan: No podemos aflojar la deuda, porque eso es
ley sacrosanta imposible de alterar. Los patriarcas Helenos replicaron “¡cómo sacrosanta!, ¡si hace 4 días que la
hemos puesto…………!”
“pues claro que sacrosanta” respondieron las demás familias (y sobre
todo los Germanos), “está puesta por
voluntad directa de nuestro supremo dios Neoliberal, y si no la cumplimos se
enfadará y nos arrasará con fuego y azufre a todas las familias al unísono”
Los dos patriarcas
Helenos (el de rojo y el de azul) pensaron que un poco exagerados ya eran las
otras familias del pueblo (sobre todo los Germanos), pero como no les quedaba
otra, volvieron a la casa, a explicarles a los jóvenes que no se podía hacer nada, que había que aguantarse, y
que las otra familias del pueblo les habían ofrecido ampliar los créditos
recibidos (“rescate”, lo llamaban), para con nuevo dinero prestado devolver el
otro dinero que se debía.
Pero……¿si nos
prestan más dinero para devolver las deudas que tenemos vamos a seguir debiendo
más dinero y nunca saldremos de esta?, dijo un listillo de los jóvenes Helenos,
a lo que uno de los patriarcas (no sé si el de rojo o el de azul) le contestó:
“eso son misterios del dios Neoliberal,
que opera así de caprichoso, puede hacer el milagro de que cuanto más debes más
rico eres, y si los niños no pueden comer que se espabilen y coman hierba, como
las cabras, que mira que hermosas se crían.”
Evidentemente
esto no convenció a los jóvenes, que hicieron varias asambleas a nivel
familiar, y cuando habían convencido a la mayoría de los miembros de la familia
celebraron una convención familiar y casi todo el mundo votó para que los
patriarcas antiguos (el de rojo y el de azul) dejaran el patriarcado en manos
del grupo de jóvenes indignados.
Una vez que
tenían el poder conquistado, este grupo de jóvenes Helenos, muy bien preparados
y hartos de tanta penuria en su familia, se fueron a hablar con las otras
familias del pueblo (sobre todo con los Germanos), y le plantearon el problema:
“No podemos asumir la deuda en la que nos habéis
metido, en buena parte a la fuerza y con falsas promesas, no podemos seguir
pasando hambre para devolver un dinero del que en buena parte no nos hemos
beneficiado, porque al final una buena parte de ese dinero ha ido a los
bolsillos de miembros de otras familias (sobre todo de los germanos) que son
los que han hecho y cobrado las obras y los que nos han metido por los ojos
esas infernales aparatos mecánicos que tan bien se os da construir. Si al menos
pudiéramos venderos parte de nuestra producción, por ejemplo unos magníficos
botijos que construimos con arcilla natural y que hacen el agua muy fresca, o
si nos pagarais a un precio decente (al mismo precio que pagáis en vuestras
casas) los excelentes servicios de alojamiento y comidas que os damos cuando
venís a pescar o a bañaros al mar, entonces podríamos compensar un poco la
deuda y permitir que nuestra familia vaya prosperando poco a poco.
También les
recordaron (en este caso directamente a los germanos) que hace poco años,
cuando en una enorme pelea familiar quedó arrasada su casa, fueron las familias
del pueblo (incluso de otros pueblo), entre la que estaba la suya propia de los
Helenos, las que les prestaron dinero para la reconstrucción y que luego
perdonaron en al menos la mitad del dinero y trabajo prestado.
Este último
asunto enfureció de manera especial a los patriarcas Germanos, y contestaron
que de eso hace ya mucho tiempo y que “pelillos a la mar”, que ahora lo
importante es asumir la sacrosanta obligación de devolver la deuda, y que si no
lo hacen serán expulsados del pueblo y todos sus bienes confiscados, que para
eso había unas fuerzas del orden muy bien pertrechada, para obligar a todo el
mundo a cumplir las leyes sacrosantas de nuestro buen dios “Neoliberal”. Y
respecto a lo de comprar botijos para reducir la deuda les contestaron que de
ninguna de las maneras, porque en un pueblo vecino (llamado Chinolandia) hacían
los botijos más baratos, y otra sacrosanta ley de nuestro dios Neoliberal es
que no se puede comprar a alguien que hace las cosas más caras, y si eso les
obliga a los Helenos a vender su botijos mas baratos, hasta el punto de ni
siquiera cubrir los costes de la arcilla, pues que se espabilen y aprendan de
los Chinolandeses, que trabajan 20 horas al día por un bocadillo y un refresco.
La cosa pintaba
mal y los jóvenes Helenos no sabían por donde tirar. Por un lado habían
convencido a la mayor parte de su familia de que iban a cambiar las cosas, por
otro lado sabían de la capacidad coercitiva y represora de las otras familias
del pueblo, y que si no pagaban lo que debían les iban a embargar hasta el
alpiste de los canarios. Además se sumó al infortunio que en otra de las
familias, en la de los Hispanos, reinaba un patriarca que era amigo de uno de
los patriarcas Helenos que había generado el desastre (el que iba siempre
vestido de azul) y estaba muy enfadado con los jóvenes Helenos, y tenía miedo
que si triunfaban se extendiera el desprecio al dios Neoliberal en su propia
casa, y que los jóvenes Hispanos (que también había muchos indignados) lo
tiraran de la poltrona. Eso contribuyó a que la reacción de las familias del
pueblos (de casi todas, con alguna honrosa excepción) fuera implacable con las
protestas de los Helenos, y no cedieran ni un ápice.
Para intentar
arreglar las cosas las autoridades municipales (una autoridades que no han
salido hasta ahora en el cuento, porque la verdad es que están puestas por la
familias, pero pintan menos que un ciego escribiendo sobre el agua, vamos que
no hacen casi nada) se les ocurrió la feliz idea de convencer a Germanos,
Hispanos y demás familias que hicieran otro préstamo más gordo a los Helenos, y
con ese dinero podía devolver lo que debían, y luego ya si eso ya veremos como
acaba esto de devolver el préstamo que le hagamos ahora (esto lo hacían
siguiendo uno de los mandamientos del dios Neoliberal que dice “tu dales hueco,
que teniendo hueco ellos ya verán si eso”), y ante tan evidente argumento
científico las familias admitieron lo de darles un nuevo préstamos más gordo
que el anterior a los Helenos, pero eso sí ¡que paguen lo que deben, y si no
comen que adelgacen!
Esta propuesta
fue nefasta para las aspiraciones de los jóvenes Helenos, porque por donde
echaran los pillaba el toro. Si no aceptaban este nuevo rescate no podían
cumplir, y si lo aceptaban no podrían cumplir en el futuro.
Uno de los
jóvenes líderes Helenos (uno calvo, que iba mucho en moto) volvió a argumentar
lo que ya había dicho: si nos dan dinero
ahora para devolver la deuda y por tanto no podemos usar ese dinero en
reconstruir nuestra casa, estamos haciendo un pan como unas hostias. Cuando venza
este rescate volveremos a estar en las mismas.
Otro de los
jóvenes Helenos (el más guapo de todos, que traía fritas a las mujeres de las
otras familias, que se preguntaban que como podía estar un tío tan bueno y ser
tan radical) optó por aceptar el nuevo préstamo gordo a cambio de reducir un
poquito la comida de su familia, convencido que en el futuro habrá otras
oportunidades de reivindicar sensatez económica en este pueblo, cuando haya
pasado el terremoto de las exigencia sacrosantas del dios Neoliberal.
Con lo cual se
dividieron las fuerzas, terminaron aceptando el nuevo rescate (no les quedaba
otra) y las familias del pueblo tan contentas: Los Germanos porque iban a
cobrar (aunque fuera con su propio dinero, pero como tenían tanto no les
importaba que fuera de aquí para allá y de allá para aquí, ¡total como todo es
nuestro!). Los Hispanos porque habían demostrado al mundo que los sacrosantos
principios de austeridad propagados por los gurú del dios Neoliberal son la
única salida a la crisis que esos mismo principios ha producido, y pensando que
se había parado el riesgo de que echaran al patriarca de la poltrona. Y las
demás familias también todas muy contentas, y las autoridades municipales las
que más, porque lo que en realidad estaba en juego era su privilegiada posición
en caso de que las familias no se pusieran de acuerdo, y para esta gente lo más
importante que deben atender (y a lo que dedican casi todos sus esfuerzos) es a
que no se estropee el aire acondicionado de su despacho y que cada mes llegue
la generosa paga de la que están disfrutando.
En lo que
respecta a la familia de los Helenos hubo de todo: La mayoría se quedaron con cara de póker y un poco
aturdidos “para este viaje no hacían
falta las alforjas”, acudiendo a un sabio refrán popular. Algunos
respiraron porque podían volver a funcionar en sus diversos negocietes que
habían montado, pensando que las potentes familias del pueblo les iban a abrir
las puestas del comercio a partir de ahora (¡ingenuos!)
Y con esta
experiencia ahí quedan agazapadas las futuras generaciones de Helenos (y por
extensión de Hispanos, de Ítalos, de Lusos…) resignadas al sufrimiento del
recorte pero listos para decirles a los teólogos del dios Neoliberal que esto
hay que cambiarlo, que la miseria humana no es mercancía comercializable, y que
o hacen los cambios por las buenas a habrá que cortarle el cuello a más de
uno…….
Y coloría
colorado este cuento se ha acabado.